Luego de esta visita, volvimos a abordar nuestro histórico barco para continuar el viaje a través del túnel del tiempo y regresar al período colonial.

Solo dos, de las catorce capitanías hereditarias creadas, tuvieron buenos resultados: Pernambuco y São Vicente, y eso se debió a que sus beneficiarios decidieron implementar grandes plantaciones de caña de azúcar.

Tenía tierra, grandes extensiones de tierra, mucha agua y el know-how del cultivo del azúcar, ya sembrado en la isla de Madeira. El problema era la mano de obra.

Intentaron esclavizar a los indios, pero no funcionó porque los nativos conocían el territorio mejor que los colonizadores y siempre escapaban. Además, no aceptaron trabajar en la agricultura, porque en la cultura indígena se considera un trabajo femenino. La solución fue traer africanos esclavizados para trabajar en los ingenios de caña de azúcar, y conocemos bien esta parte de la historia: cuatro millones de africanos fueron traídos a Brasil en aproximadamente tres siglos y su herencia está mucho más presente en la cultura de lo que los brasileños se dan cuenta. No solo en la cocina o la música, sino también en el idioma, la religión, la cultura y las costumbres. Como decía Darcy Ribeiro, hasta el más blanco y rubio de los brasileños trae consigo, en la forma de hablar y caminar, en los gestos y las relaciones personales, la herencia africana.

Durante varios años la Capitanía de Pernambuco produjo mucha azúcar y fue responsable de más de la mitad de las exportaciones del país, y esta prosperidad llamó la atención de los holandeses que, entre 1630 y 1654, invadieron y ocuparon buena parte de Pernambuco. Inventaron un Brasil holandés, dirigido por el conde Mauricio de Nassau, que eligió Recife como su capital.

Fue un período muy importante para la ciudad porque el conde desembarcó allí, en 1637, con un súper equipo de arquitectos e ingenieros para diseñar el trazado de la ciudad, a la que llamaron Mauritsstad, construyendo puentes, diques y canales para superar las restricciones de la geografía local, es decir, el sistema entrelazado de canales y ríos que cortan la región, y construyeron nuevas e importantes edificaciones. Incluso hoy Recife es conocida como la Venecia brasileña por los puentes que cruzan sus canales.

La tradición holandesa de tolerancia contribuyó al crecimiento de la ciudad, abriendo su territorio a calvinistas y judíos. Además, la administración holandesa también se preocupó por el arte y la cultura patrocinando la llegada de biólogos, pintores, gente de las Bellas Artes, lo que rápidamente transformó el pueblo en una ciudad muy dinámica y progresista. Era inevitable el conflicto de intereses políticos y económicos entre la nobleza azucarera de Pernambuco que vivía en Olinda y los comerciantes portugueses que trabajaban vendiendo sus productos en el Puerto de Recife, este fue el contexto de la Guerra dos Mascates, en 1710.

Es hora de hacer una nueva parada. Llegamos a Recife.